Quién iba a pensar que la manera más eficaz de activar a la juventud de la población rural iba a ser un juego de smartphone que rescata una franquicia nacida en los años noventa: el Pokemon Go (‒ ¿Cómo, que estás empadronada en un pueblo? ‒ Efectivamente, cuenta con menos de 10.000 una de sus pokeparadas ha sido bautizada «Aparato del campo»). Las más jóvenes, las chiguitas ‒como les llaman en este recóndito lugar de la meseta castellana‒, aquellas que en 1996 apenas estaban siendo concebidas por sus ascendentes pero que ya se autodenominan pokemaníacas, caracolean durante las noches de canícula buscando a Pikachu y compañía, de forma generalizada en grupos que comentan quién ha cazado el bicho con más puntos de combate .
Porque si algo sorprende más que la reacción unánime de la masa que corre hacia el grito «¡Dragonite!» es la amable relación de sus jugadores, entre quienes existe una suerte de solidaridad que haría emocionarse al mismísimo Bakunin: «Al otro lado de las vías hay un Charmander», «¿Sabías que si apodas Rainer a un Eevee evoluciona en Vaporeon?», «Entra si quieres al gimnasio a conseguir las 10 monedas para la tienda y luego te retiras, no pasa nada».
Por este interesante comportamiento y por pura curiosidad científica, no se piensen que con otra motivación, la que escribe decidió descargase la aplicación ‒más tarde, y tras cazar un Pinsir a nivel 855 y ya decidió quedarse‒. Solo es necesario un minuto de conexión para comprender todo objetivo del juego ‒si se necesitara una hora o tal vez diez minutos, la mayoría hubieran seguido jugando al Buscaminas‒: caminar móvil en mano y con el GPS en activo en busca de pokémons. Cuantos más mejor, ya sea para descubrir nuevas especies, evolucionar las que ya se encuentren registradas en la pokédex o entrenarlas con el fin de conseguir un mejor resultado en los gimnasios repartidos por el mapa, que emulan el lugar donde se encuentre el jugador. Efectivamente, los míticos nombres de Ciudad Azulona, Isla Canela o Pueblo Lavanda quedan regelados para dar paso a Gijón, Ibiza o Becerril de Campos. Así que además de incentivar el ejercicio físico, este juego de realidad aumentada permite conocer nuevos espacios de la localidad donde juegue el entrenador. Y eso se consigue gracias a las pokeparadas, puntos de interés donde se reciben objetos al activarlas, que toman el nombre de plazas o monumentos emblemáticos.
La suspicacia comienza cuando en uno de esos paseos en busca de caramelos que aumenten el nivel del Pinsir aparece una parada llamada «Leones gemelos del BK». «¿BK? ¿BK como la cadena de comida rápida análoga a la que da nombre a la obra más notable de George Ritzer y que eventualmente es acusada de maltrato animal?». Sí, amigas, efectivamente: una de las paradas señaladas por el Pokemon Go envía sus usuarias al BK, B de la aliada del colesterol y K de Felipe VI. Y luego ya si alguien decide sentarse en la terraza del lugar y lanzar un cebo para atraer pokemons mientras se come unas patatas fritas, mejor que mejor.
Que la fama de Pokemon Go estaba generando beneficios resulta evidente: el 16 de julio algunas cabeceras titulaban sobre un impresionante aumento de las acciones de Nintendo. Más tímidas han sido las noticias que abordaban también la suerte de algunos negocios que han sido seleccionados como pokeparadas, con el consecuente crecimiento del consumo dentro de sus establecimientos. Otros, que quizás no tuvieron tanta suerte, se han encontrado con los brazos abiertos a Niantic y Nintendo, desarrolladores del juego, los cuales ofrecen publicitar los negocios por 10 dólares diarios (8,95 euros). ¡Pero qué comprensivas son las corporaciones con el pequeño empresario! ¡Y qué cantidad más ínfima solicitan cuando puedes aumentar las ventas de tu pizzería un 75% gracias a las maravillas de la geolocalización!
La Academia ya se había pronunciado hacía tiempo sobre este modelo de negocio: de 2011 es I’m the mayor of my house: examining why people use foursquare-a social-driven location sharing application, el trabajo firmado por Janne Lindqvist, Justin Cranshaw, Jason Wiese, Jason Hong y John Zimmerman (Carnegie Mellon University) donde señalaban Foursquare para la promoción del comercio local gracias a herramienta del check-in. Algo parecido sucede con Pokemon Go, solo que en este último caso quien se acerca a un local concreto no busca promociones, sino un par de pokeballs y unas Bayas Frambu que le permitan seguir con la cacería.
Y este hecho también parece relevante: a las jugadoras les encanta conseguir regalos de las pokeparadas tanto como juntarse con otras entrenadoras, pues todo fan sabe que a más personas conectadas en un lugar mayur número de pokémons, sobre todo de los menos comunes ‒los que no son Rattata, vaya, que por su cantidad parecen una alegoría de la reproducción de los roedores reales‒. La gran quedada en Madrid del último fin de semana de julio se ha planteado con el reto para superar el récord Guinness de 5.000 fans reunidos con motivo de la misma aplicación. Claro, que quien haya perdido la inocencia en torno al juego se apresurará a consultar quién se encuentra detrás de los esfuerzos por organizar a más freaks que habitantes tiene el pequeño pueblo castellano con su «Aparato del campo»: la respuesta es Fever, una empresa dedicada a publicitar eventos a través de una plataforma diseñada al efecto. El negocio no se ve o discretamente se menciona pero, en cualquier caso, se encuentra ahí.
Decía Luis Mañas Viniegra en Análisis de la eficacia publicitaria en Instagram y su repercusión en la generación de valor de marca ‒de algo sirven las mesas interdisciplinarias de los congresos, oigan‒ que uno de los éxitos de esta red social es haber conseguido una publicidad no intrusiva, que guste a sus usuarios. Las acciones en aras de un beneficio económico que se están llevando en torno al Pokemon Go parecen darle la razón. Mientras que las pizzerías comienzan a lograr beneficios al módico precio de 8 euros diarios, los jugadores se divierten sin banners, pop ups, ni obligación taxativa de realizar compras integradas. Porque, ¿quién no querría cazar un Pinsir con 855 puntos de combate aunque fuera mediante una pokeball conseguida en los leones gemelos del BK?