Quién iba a pensar que la manera más eficaz de activar a la juventud de la población rural iba a ser un juego de smartphone que rescata una franquicia nacida en los años noventa: el Pokemon Go (‒ ¿Cómo, que estás empadronada en un pueblo? ‒ Efectivamente, cuenta con menos de 10.000 una de sus pokeparadas ha sido bautizada «Aparato del campo»). Las más jóvenes, las chiguitas ‒como les llaman en este recóndito lugar de la meseta castellana‒, aquellas que en 1996 apenas estaban siendo concebidas por sus ascendentes pero que ya se autodenominan pokemaníacas, caracolean durante las noches de canícula buscando a Pikachu y compañía, de forma generalizada en grupos que comentan quién ha cazado el bicho con más puntos de combate .