Estados Unidos, cada vez más cerca del pluralismo polarizado, según Daniel Hallin

Daniel Hallin, durante el acto de clausura del Congreso Mediaflows. Fuente: Mediaflows.

Daniel Hallin, durante el acto de clausura del Congreso Mediaflows. Fuente: Mediaflows.

Celebrar un congreso una semana después de la victoria de Donald Trump en las elecciones de Estados Unidos es un hecho que fácilmente puede convertirse en un asunto de (casi obligado) debate para quienes investigan en comunicación. Tratándose además de un evento organizado por grupo Mediaflows, dedicado en buena medida a la comunicación política en Internet, se puede afirmar que en La nueva comunicación y los procesos de movilización política: partidos, medios y ciudadanos el populismo fue Trending Topic. Por ello, contar en la programación con Daniel Hallin (University of California, San Diego) era una oportunidad única para conocer el estado de los medios y la política tras el suceso que ha transfigurado el status quo actual y la manera en la que desde Occidente se viene comprendiendo la democracia.

El propio Daniel Hallin expresaba las singularidades del próximo presidente de los Estados Unidos, y lo describía como un político que ha contradicho dogmas de su propio partido, ha introducido en la esfera pública temas como el racismo y, en definitiva,«ha puesto en riesgo el orden occidental», razón por la cual, según el académico, «es importante el estudio de las manifestaciones del populismo».

Este último resulta un término complejo de definir, pues se trata de un «concepto poderoso», que sirve para denominar a diversidad de procesos investigados desde las Ciencias Sociales. Para delimitarlo, Hallin hizo uso de las teorías de Enrique Dussel y Ernesto Laclau: se trata de una tendencia que afecta a movimientos y gobernantes, a veces en su totalidad y otras de forma mixta, si estos solo conservan algunas características populistas.

Estas propiedades además son independientes de la ideología, y por ello se puede observar el fenómeno tanto en el chavismo como en Syriza, en el Brexit, en Podemos o en Trump. El populismo es esencialmente un «estilo de política» igual a «anti-establishment»: aparece cuando existen una serie de deseos insatisfechos y reclamos acumulados por parte de la población, que se convierten en una oposición al orden establecido, a la política tradicional, a la que habitualmente se le había confiado legitimidad.

En este sentido, el neoliberalismo juega un papel esencial, pues su crisis ha devenido en el estancamiento de salarios y el empeoramiento de las condiciones de vida de la población. Este descontento se ha canalizado a través de «significantes vacíos», que sirven para expresar la diversidad de reclamos específicos de la población, sobre todo de las clases bajas, las más afectadas por el sistema. Todo ello ha provocado, según Hallin, una «inversión del voto» en Estados Unidos, donde las personas de clase baja, sin estudios y pertenecientes a zonas rurales han comenzado a votar republicano.

Donald Trump no es, sin embargo, «claramente anti-neoliberal», señala Hallin. Aunque se le puede considerar una continuación del Tea Party, así como un rechazo a la globalización –en paralelo al Brexit inglés–, guarda otros componentes, que diferencian la candidatura republicana de otras propuestas también populistas, como la de Bernie Sanders. El académico se refiere concretamente al racismo, a la «identidad étnica» que proyecta la imagen del hombre blanco como víctima del sistema.

Se trata de «un discurso del odio» que legitima el socavamiento de los valores solidarios y que ha calado con fuerza en la población, debido en buena medida a la difusión que los medios han dado de las premisas de Donald Trump. Para Daniel Hallin, el estilo de este ha demostrado que los políticos pueden obtener el apoyo popular aun con el abandono de su partido, si saben apropiarse de las lógicas mediáticas.

Ese fue el caso del presidente electo, una estrella televisiva reconocida por The Celebrity Apprentice y que utiliza su cuenta de Twitter (@realDonaldTrump) para expresar sus opiniones más controvertidas a partir de las 2 a.m: «tememos que la III Guerra Mundial resultaría del Twitter de Trump», bromeaba Daniel Hallin, para señalar que este «ganó dominando la atención pública», pues los medios fueron pasivos en sus coberturas y como consecuencia estas fueron modeladas por las acciones de Trump.

Todo ello, recuerda Hallin, sin contar con el reconocimiento de las empresas mediáticas. Ningún editorial ofreció su apoyo a Donald Trump, ni siquiera los periódicos que llevaban siglos adoptando una postura republicana: o bien apoyaron a Hillary Cliton o bien no ofrecieron su aval a nadie, «un hecho sin precedentes» en la historia de la democracia estadounidense y que, en vista de los resultados, además demuestra su limitada transcendencia a la hora de construir la opinión pública. El académico considera que los medios han perdido la centralidad que regentaban durante el siglo XX.

Trump ha sobrevivido al rechazo de las élites mediáticas y ha cimentado su victoria solo con el uso de Twitter y el apoyo de Fox News. Para Daniel Hallin esto es una muestra de «un flujo de información más descentralizado» de lo que venía siendo habitual en los modelos tradicionales. Además, el populismo que ha fragmentado a la sociedad estadounidense también ha roto las reglas de los políticos en los medios y a su vez ha disparado el partidismo de estos últimos.

Fue entonces cuando el co-autor, junto con Paolo Mancini, de «Comparing Media Systems: Three Models of Media and Politics» señaló que el sistema mediático Estadounidense se asemeja cada vez más al pluralismo polarizado. Una afirmación por la que se le repreguntó en el turno de debate, con la intención profundizar en las razones por las que Estados Unidos se acerca cada vez más al contexto que Hallin y Mancini tipificaron para, entre otros, el contexto español.

El académico lo relacionó con el aumento de la fragmentación y la censura, pero también con el cambio de la seguridad laboral y condiciones económicas en los medios de comunicación. «El nivel más alto de autonomía surgió cuando el mercado laboral era muy bueno», remarca: solamente cuando el periodismo cuente con estabilidad podrá volver a reclamar su independencia de los poderes fácticos con libertad.

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