Entre la cultura jibarizada e híbrida de los futuros periodistas


Hace unos meses, en el marco de un proyecto de innovación docente de la Universidad de Valladolid, un grupo de profesoras nos cuestionábamos cómo nuestros cómplices en las aulas, todos ellos estudiantes de Periodismo, estaban utilizando los medios de comunicación para enterarse de los aconteceres de la actualidad. Obviamente, partíamos de la importancia que para ellos tenía Internet en sus vidas como herramienta de información, pero nos motivó la inquietud por tratar de acercarnos a sus hábitos informativos. Confieso que, tal vez, en esa idea impera una inquietud narcisista para saber cuán real era para ellos lo que una le contaba. Los resultados fueron absolutamente sorprendentes, y como suele pasar, no está muy clara la inclinación de la balanza de quién sorprende más a quién. Como el trabajo tendrá su difusión académica pertinente, no cabe en esta entrada una dilata explicación sobre correlaciones, varianzas y demás estadísticos descriptivos, pero sí una breve reflexión de cómo nosotros, los profesores, debemos aprender a mirar los medios:

Nuestros alumnos, estudiantes de Periodismo, son ejemplo claramente, sin saberlo, del sistema de comunicación híbrido que Andrew Chadwick describe en su ya célebre libro The Hybrid Media System . En efecto, nuestros cómplices de la Universidad de Valladolid se aproximan a la realidad diaria a través de múltiples interacciones entre los medios de comunicación, combinando los viejos medios con los nuevos medios. Es falso, por tanto, que los jóvenes solo se informen a través del móvil, también ven la televisión, escuchan los 40 Principales en la radio o leen El País en papel (cabe decir que es de distribución gratuita en su facultad), aunque los comportamientos, rutinas y hábitos de este uso sean muy diferentes al que pueden ejercer otras personas que también comparten este mundo.

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La virtud de este protagonismo de la transición de sistemas comunicativos, y que a veces se describe como una capacidad de los más jóvenes para atender a varias pantallas a la vez, tiene otra lectura que también, los resultados del estudio referido arriba, me recordaba a La comunicación jibarizada de Pascual Serrado, en lo que él describe como la jibarización del pensamiento y la información, la fascinación tecnológica o el consumo informativo de la abeja y la comunicación incesante. Dentro de ello, por supuesto, entra el mal de El pensamiento Power Point de Frank Frommer, o, como dirían otros, el uso del karaoke en las aulas:

«Se ha convertido en el principal instrumento de la comunicación y de la información, una de cuyas características es ser naturalmente afirmativa, positiva, optimista y asertiva. La simplicidad de los mensajes, la movilidad y plasticidad de los soportes, la rapidez de la difusión, la multiplicidad de los sentidos o la estandarización de las imágenes se han convertido en los principales componentes de todo discurso en el ámbito de la comunicación» (Frommer, 2011).

 

Todo ello, dice Pascual Serrano, lleva a la saturación informativa y a la dispersión de ideas:

«Igual que la abeja se para unos breves instantes en cada flor antes de saltar a la siguiente, el consumidor actual de información parece que no logra estar un mínimo de tiempo en el mismo medio de comunicación. Ni está un periodo largo ni tampoco parece que le dedique la atención en exclusiva. La brevedad de los contenidos va unida a la necesidad de estímulos simultáneos, por ello ve la televisión mientras navega por internet en la tableta y manda un mensaje por el móvil» (2013:73).

 

Parece que así tenemos que abordar la enseñanza del oficio desde las aulas universitarias. Adivinen los lectores cómo.

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