Literatura española y medios de comunicación

Literatura española y medios de comunicación

Antonio Arroyo Almaraz

Madrid, Editorial Síntesis, 2016

263 páginas

 

El resultado del maridaje entre la literatura española y los medios de comunicación social desde el siglo XVIII hasta nuestros días es analizado por el autor Antonio Arroyo Almaraz a través de Literatura española y medios de comunicación, con el fin de examinar la mezcla precisa de ingredientes que, de acuerdo con los gustos y posibilidades de cada época, ha ido evolucionando de manera más que apetecible. Para acompañar al lector en la observación de este proceso, el libro se presenta acompañado de una serie de fragmentos y otros materiales que sirven como aderezo de una receta muy completa.
Partiendo de la dicotomía, o más bien de la sinergia, entre literatura y medios de comunicación, el autor ha dividido su obra en tres partes y seis capítulos donde se pueden observar las transformaciones que han surgido durante los siglos mencionados.
La PARTE I, una sociedad en cambio (1750-1870), arranca con el desarrollo de la imprenta en el contexto histórico relativo a la industrialización. Esta primera parte está dividida en dos capítulos, el primero de ellos dedicado a la ciudad y la industria como medios de una nueva cultura en el siglo XVIII y el segundo a las publicaciones periódicas y la paulatina formación de una sociedad lectora.

Partiendo del desarrollo de la imprenta, se produce la evolución de la prensa y el libro, la industrialización de las empresas editoriales, la progresiva alfabetización del gran público y las diversas formas de sortear las restricciones impuestas por la censura. Como consecuencia, la extensión de la cultura y la educación lectora a las grandes masas y la ruptura con las normas clásicas que supuso la Revolución francesa a finales del XVIII forman el marco en el cual se van a desarrollar la prensa escrita y el libro como transmisores de cultura y progreso a lo largo del siglo XIX. El autor no se olvida de las mujeres que participaron en esta serie de cambios y reconoce que se produjo una “falta de valoración de la labor realizada”, una “labor que quedó en el olvido silenciada a lo largo de los siglos”.

En este contexto, a lo largo del siglo XVIII, el periodismo y la literatura van creciendo de la mano, desarrollando conceptos como el de <gazetero>, <diarero> y finalmente <periodista>,que van abriendo puertas a distintas maneras de concebir la escritura y de transmitir la cultura, al tiempo que van definiendo los orígenes de lo que posteriormente, en el siglo XX, se conocerá como la cultura de masas. La difusión de las ideas literarias está basada en “la importancia del juicio y la razón que en esta época desencadenó una intensa actividad crítica en todos los órdenes. La prensa se convirtió ya desde sus inicios en creadora de opinión pública, y en este ámbito fue donde los redactores, colaboradores y lectores pudieron debatir sus ideas”.

Gracias a la alfabetización y a ser una fuente de información en principio barata, la lectura de los periódicos fue extendida a los estratos bajos y medios de la sociedad, llegando a superar la influencia cultural del libro. Esto puso al periodismo en el punto de mira de la Inquisición que encargó a censores, figuras fijas en cada periódico, velar por “la fe, las buenas costumbres y las regalías reales”.

Para concluir este primer capítulo, el autor analiza la figura de Joseph Blanco White como representante de “una sensibilidad más moderna que lucha contra la intolerancia y el absolutismo en pos de la libertad y el respeto hacia lo heterogéneo”.
En el segundo capítulo, Arroyo Almaraz recorre el camino del Antiguo al Nuevo Régimen y examina la sinergia entre literatura y prensa centrándose en el costumbrismo, el folletín y la literatura de cordel.

Inspirado en el periodismo inglés, el costumbrismo romántico, estrechamente unido al periodismo a través de los artículos de costumbres, se desarrolla durante el siglo XIX en España gracias a nombres como Mesonero Romanos y el Semanario Pintoresco Español, Mariano J. de Larra y El Pobrecito Hablador o Serafín Estébanez Calderón, quien consolidó el cuadro de costumbres andaluzas. Con respecto al folletín y la novela por entregas, las entregas coleccionables publicadas con distinta periodicidad e inspiradas en el mundo editorial francés ocuparon un lugar importante durante el s XIX. Por su parte, la cultura de transmisión oral, que había pervivido debido a la alta tasa de analfabetismo, consolida un tipo de literatura de consumo popular gracias a que se comienza a difundir utilizando los pliegos de cordel como vehículo de transmisión escrita.

Por otro lado, la prensa ilustrada que contenía información gráfica sobre actualidad cambia la forma en que se lee hasta el momento. La prensa y la literatura quedaban de nuevo relacionadas por la vinculación entre texto e imagen y su impacto visual se convierte en todo un fenómeno social.

Para concluir este capítulo, el auto examina la figura de Mariano José de Larra, al que define como un “Goya” de la palabra.
En la Parte II, la construcción de la contemporaneidad (1870-1939 [1945]), el autor detalla los capítulos sobre urbanismo y novelización: creación de una industria de la comunicación y del modernismo a las vanguardias: la Edad de Plata.
Arroyo Almaraz analiza, a lo largo del capítulo tres, cómo los cambios históricos (representados a través de los distintos enfrentamientos bélicos), económicos (con la expansión de la revolución industrial, la economía de mercado y el sistema social de clases enfrentadas), territoriales (la fractura de los imperios europeos y la constitución de nuevos estados), además de los científicos y culturales (encarnados en nombres como Karl Marx, Charles Darwin o Albert Einstein) que acontecen en la Europa de los siglos XIX y XX constituyen las bases de la modernidad occidental.

Además, el autor examina la relación entre el liberalismo, la novela, la ciudad y el desarrollo tecnológico, además de los vínculos entre la prensa y los géneros literarios. Sobre esto último, Arroyo Almaraz pone el foco en los ámbitos de la prosa, el teatro y la lírica. En cuanto a la prosa, el artículo literario se desarrolla en periódicos y revistas y se caracteriza por la persistencia del artículo costumbrista hasta finales del XIX y de la forma epistolar, así como por la carga de connotaciones críticas e irónicas de las crónicas representada por nombres de articulistas literarios como Benito Pérez Galdós, Leopoldo Alas “Clarín” o Emilia Pardo Bazán. En lo que respecta a la narrativa, además, el cuento es consolidado especialmente en revistas ilustradas y culturales. Por otro lado, el teatro aparece en prensa a través de la crítica teatral y de otros escritos que abordan este género desde muy distintas perspectivas y la lírica está estrechamente vinculada a la prensa de este periodo, que de una u otra manera quedará unida a nombres como Rosalía de Castro, Gustavo Adolfo Bécquer, Manuel Machado, Unamuno o Valle Inclán.

No podemos obviar que, a comienzos del siglo XX, la radio comienza a andar su camino de la mano de la literatura. Así, en una fase aun muy incipiente, la unión de literatura, prensa y radio comienza a dar sus primeros pasos a través de la incorporación en las páginas de los periódicos de noticias de radiotelefonía o la aparición de prensa especializada relacionada con la radio. Además, se emitían conferencias relacionadas con temas culturales o literarios, representaciones de fragmentos de obras teatrales o adaptaciones literarias por parte de actores, todo ello como antecedentes de lo que posteriormente será el radioteatro.

Por su parte, la unión entre la fotografía y la literatura se sigue consolidando como una nueva forma de entender el mundo y de transmitir el conocimiento. En este contexto, no podemos dejar de lado la unión de la novela y el cine y el resultado de la suma de estos dos sectores, la novela cinematográfica.

Benito Pérez Galdós es el autor escogido por Arroyo Almaraz para cerrar este capítulo dedicado a la unión de la narrativa y el periodismo.
En la época que recorre del modernismo a las vanguardias, estudiada a lo largo del capítulo cuatro, Madrid se convierte en el centro de la intelectualidad española. El autor divide este periodo en cuatro etapas (1898 – 1902, 1903 – 1914, 1915-1923 y 1924 – 1936) caracterizadas por los distintos cambios políticos, sociales y económicos que vinieron acompañados de otros cambios a nivel cultural y comunicacional y que acompañan al desarrollo de la literatura y la prensa en sus caminos cruzados.

En cuanto a la relación entre la literatura y la prensa en este periodo, el autor revisa el noventayochismo y modernismo en el cambio de siglo, donde la denominada generación del 98 encarna una corriente ideológica representante de una literatura moderna española de crítica social y política, unas letras de corte regeneracionista que nacían del desencanto producido tras las guerras coloniales y el desastre del 98.

Durante el desarrollo de la gran crisis europea, nos encontramos ante el novecentismo. Situados entre el final del 98 y el inicio de las vanguardias y de la generación del 27, un grupo de escritores “rompieron con el positivismo de la época anterior (…) con la pretensión de llevar la literatura y la cultura hacia la modernidad, tratando de alejarse de la subjetividad y de superar el decorativo esteticismo modernista”.

Posteriormente, en lo que se conoce como “la Edad de Plata” de la literatura española, destaca el nombre de Ramón Gómez de la Serna por su papel en el desarrollo de las vanguardias literarias, así como la importancia de revistas vinculadas a las vanguardias y a la heterogénea generación del 27.

Por otro lado, lo que se conoce como literatura de quiosco es una literatura de amplia divulgación que venía acompañada de un abaratamiento de libros, periódicos y revistas. La aparición de la revista El Cuento Semanal en 1907 es un excelente ejemplo de la unión del modelo periodístico- literario y de su relevancia en el género de la novela corta, dando lugar a multitud de imitadores.

En este mismo periodo, a partir de 1927 y hasta el final de la Guerra Civil comienzan las programaciones radiofónicas diarias en las que, durante un periodo de tres a cinco horas diarias, se emitía un discurso que casaba con la élite cultural urbana dominante de los años 20.

Conceptos como el radioteatro o la radiotelenovela se fueron desarrollando y los espacios literarios fueron ganando protagonismo en las emisiones radiofónicas. Escritores como Ramón Gómez de la Serna jugaron un papel clave en la relación entre la literatura, los reportajes, los relatos y los radioyentes y la literatura dramática sirvió como base para el teatro escénico, el radioteatro y el cine mudo.
Por su parte, la imagen y su impacto comunicativo siguen jugando un papel muy sugerente en su unión con el texto a lo largo de esta época e incluso se juega con los rasgos visuales del texto.
Juan Ramón Jiménez es el autor elegido para cerrar este capítulo.

Por último, en la PARTE III. Desde 1939 hasta nuestros días: la sociedad de masas, el autor repasa en los capítulos cinco, Aislamiento y modernidad en el contexto de la segunda gran crisis europea, y seis, Apuntes de una posmodernidad, los distintos acontecimientos históricos y su influencia en la literatura y la prensa. La Guerra Civil supone una ruptura con las primeras décadas del siglo XX y el aislamiento de los años posteriores provocan unos efectos altamente negativos que se extienden por los distintos ámbitos de la sociedad.

La España de los años 40 mostraba un panorama demoledor que apareció reflejado en muchos de los escritos de la época. Las revistas que surgieron durante esta época, así como los movimientos culturales, muestran la dureza de una guerra que acababa de terminar y la situación de una sociedad que estaba marcada por el horror de la guerra y su posguerra. Dentro de un panorama ideológico complejo, nacen revistas como La Codorniz que, a través del humor aspiraba a ser “La revista más audaz para el lector más inteligente”.

En los años 50 comienza una tímida recuperación nacida del final de la autarquía y el impulso de una política industrializadora que será consolidada a lo largo de la década de los 60. La vida cultural sigue a lo largo de estas décadas y esta aparece plasmada en publicaciones como las revistas literarias.

La década en la que se produjo la transición del franquismo a la democracia en España fue golpeada por una crisis a nivel europeo originada por el encarecimiento del petróleo. Es la década en la que, como indica el autor, en los periódicos aparecen artículos literarios “escritos por periodistas con un estilo propio”, artículos que forman parte del periodismo informativo de creación, así como también del periodismo literario. La búsqueda de la objetividad cede parte de su terreno al uso de recursos artísticos y a la función expresiva del lenguaje. Dentro de este periodo observamos cómo de la unión del periodismo y la literatura nace la novela reportaje en la que los rasgos de la ficción y el reportaje juegan a mezclarse. No obstante, a partir de 1975 se abrió un nuevo periodo para la cultura y la comunicación.

No podemos dejar de lado en esta época la explosión de la novela rosa y de autoras como Corín Tellado, ni otros fenómenos como la fotonovela, género transfronterizo entre la literatura y la imagen, la influencia del cine en la literatura, no solo el efecto contrario más propio de la época anterior, así como el auge de los programas literarios o espacios reservados para la literatura, las telenovelas, el teleteatro, las telecomedias y la presencia (de una u otra forma) de escritores en la televisión.

Finalmente, en el capítulo seis, el autor añade una serie de apuntes de una posmodernidad. En la década de los 70, la cultura como producto de la sociedad de consumo toma impulso. Además, surge una nueva sinergia entre literatura y periodismo que tiene a Francisco Umbral como su mayor exponente y se comienzan a desarrollar nuevas formas de expresión como los suplementos culturales, la publicidad como narración, el blog literario y la transversalidad, la globalización del discurso.

En resumen, el libro Literatura española y medios de comunicación, una obra muy recomendable para quienes sienten curiosidad por la clave del funcionamiento de las parejas duraderas tras el paso de los años, como es el caso de la formada por la prensa y la literatura, muestra al lector un recorrido muy detallado por los últimos siglos en los que literatura y prensa han ido de la mano hasta llegar a un momento donde su unión puede definirse como consolidada.

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